Secciones

Buscamos Editores - Participa - Colabora

martes, 17 de septiembre de 2013

El año que EEUU quiso eliminar a Augusto Pinochet

Martes 22 De Enero 2013
|

Un alto funcionario de la Inteligencia argentina durante el gobierno de Raúl Alfonsín, revela los planes norteamericanos para deshaacerse del general chileno en los 80.

Por Claudio Mardones (desde Buenos Aires)

Aunque cueste creerlo, Estados Unidos, el mismo país que apoyó e incentivó abiertamente el derrocamiento de Salvador Allende en 1973 y urdió una de las redes de terrorismo de Estado más feroces de la historia, conocida como Plan Cóndor, implementó a partir de 1983 el debilitamiento de la dictadura de Augusto Pinochet y de su par paraguayo Alfredo Stroessner.
La fecha del giro de las operaciones posiblemente haya sido el 10 de diciembre de 1983, cuando el argentino Raúl Alfonsín asumió la presidencia de su país luego de una dictadura de 7 años que había dejado cerca de 30 mil desaparecidos. Pero lo cierto es que mientras Buenos Aires comenzaba a transformarse en una de las pocas sedes de un gobierno democrático en el Cono Sur, los hombres enviados por Washington hicieron saber la decisión del gobierno republicano de Ronald Reagan.
A continuación la trama secreta de una discreta ofensiva diplomática, donde la CIA no ahorró agentes para cerrar el cerco. Luego de las primeras señales el nuevo presidente argentino comunicó la decisión a su equipo: “ustedes díganles que sí, vayan más allá y hagan todo lo que puedan”.
Sin embargo, este nuevo capítulo de una historia bilateral cargada de crímenes políticos aun impunes, posiblemente no haya llegado a su fin. Los historiadores registran que en las relaciones argentinas con Chile, entre 1983 y 1989, “existieron tres temas generadores de fricciones: la violación a los derechos humanos, la continuidad de la posición pro-británica adoptada por el régimen de Pinochet respecto de la cuestión de las islas Malvinas y, finalmente, la persistencia del diferendo limítrofe en torno al canal de Beagle”.
A las letras de bronce, se ha sumado un nuevo descubrimiento que posiblemente haya sido el potenciador de la discreta virulencia entre La Moneda, aún manchada de sangre, y el recién nacido gobierno democrático en Buenos Aires.
La punta del ovillo se conoció gracias al periodista argentino Gerardo Young, autor de la primera investigación íntegra que cuenta la historia de la Secretaría de Inteligencia del Estado, más conocida como SIDE y célebre por configurar una verdadera catacumba del Estado argentino que, según este periodista del diario Clarín de Buenos Aires, funciona “para lo que guste servir” a cada presidente.
Con un pasado inocultablemente criminal antes, durante y después de la última dictadura argentina, este organismo depende de la Presidencia de la Nación y encierra buena parte de la historia no contada del país trasandino. Quizás por eso, el libro se llame “SIDE, la Argentina Secreta”.
Más allá de demostrar la subordinación de este organismo a la CIA y al Mossad y aportar datos muy importantes sobre la historia reciente, la obra de Young ha revelado en sus páginas, desde el segundo semestre de 2006, un dato que pasó inadvertido para la prensa chilena y que El Periodista ha procurado desarrollar e indagar entrecruzando datos, contrastando versiones con fuentes diplomáticas que han elegido el anonimato y procurando reconstruir los hechos gracias al testimonio de uno de los testigos directos de aquellos hechos que ya llevan 20 años guardados en la historia.
En uno de sus capítulos la investigación recorre 1986 y dispara: “En Chile seguía gobernando Augusto Pinochet y la SIDE se ocupaba de abrirle los pasos fronterizos a los opositores, en especial a los miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y de darles cobijo de este lado de la cordillera a cambio de información sobre el régimen vecino. La CIA buscaba por aquellos años a un general que pudiera suceder a Pinochet para encarar la transición con las botas puestas. A Alfonsín, que seguía estas operaciones con mucha atención, le alcanzaba con saber que Estados Unidos estaba dispuesto a prescindir de Pinochet”.
Según relata el libro, inconseguible ya en cualquier librería, las operaciones estaban a cargo del embajador Oscar Eduardo Torres Ávalos, que apenas asumió Alfonsín en 1983, fue subsecretario en la Cancillería Argentina hasta 1986, cuando pasó a ser Subsecretario de Medios en la oscura SIDE.
Tras los rastros de semejante revelación, El Periodista pudo analizar estos datos con este diplomático de carrera, que en la actualidad preside el Consejo Superior de Embajadores del ministerio de Relaciones Exteriores argentino y que hasta el 4 de mayo de 2001 fue el primer y último embajador en La Habana del gobierno de Fernando de la Rúa.
Su misión concluyó luego de que el presidente cubano Fidel Castro, acusara al gobierno de de la Rúa de “lamer la bota yanqui” en vísperas de un nuevo voto de condena contra Cuba en la extinta Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra.
En diálogo exclusivo con El Periodista, Torres Ávalos consideró que: “En la parte primera, no es cierto que el gobierno le abrió las puertas al Frente Manuel Rodríguez, al contrario, a nosotros nos preocupaba su presencia y la influencia que pudieran llegar a tener en nuestro país. Lo cierto es que fue al contrario, a nosotros nos preocupaba la presencia por los contactos que pudieran tener acá. Pero en cuanto a que el gobierno de los Estados Unidos se había interesado en la suerte de Pinochet, es cierto, y estamos hablando de la presidencia de Ronald Reagan. Yo diría que hasta les fastidiaba la presencia de Pinochet. También es cierto que Estados Unidos estaba interesado en dar una salida democrática y buscar un general, dos o tres o un conjunto de oficiales que pudieran facilitar esa salida, prescindiendo de la presencia del por entonces presidente de facto Pinochet. Pero en esos momentos, yo creo, y por lo que pudimos advertir en conversaciones reservadísimas que hubo, que ni ese grupo ni ningún militar eran la vía o el acceso posible para salir de Pinochet. La dictadura en Chile era un régimen monolítico en donde había algún general disidente, pero que no alcanzaba a tener suficiente poderío como para poder derrocarlo. Así es que el régimen, en cuanto a la consolidación respecto a su columna vertebral, que eran las fuerzas armadas, para mi eran, casi inexpugnables”.
La delicadeza del lenguaje diplomático de este hombre, muy cercano al ex presidente Raúl Alfonsín, no ocultan que los contactos comenzaron a partir de 1984 y se fueron extendiendo en el tiempo. “Los intercambios fueron informales, salvo un caso en especial que prefiero no nombrar y que no fue una visita a la cancillería, sino una visita al gobierno argentino, que sí venía con proyectos en mano. Esos contactos se intensificaron a partir del 87, en el segundo semestre de 1987″.

EL HOMBRE DE LANGLEY

Dos fuentes diplomáticas que reclamaron el anonimato, corroboraron los dichos de Torres Ávalos y confirmaron que el contacto oficioso de la CIA ocurrió en ese año. El Departamento de Estado y la Central de Inteligencia norteamericana habían resuelto intensificar las presiones y nadie duda que hubo anteriores, pero todos los consultados coinciden en señalar que luego del fallido atentado al dictador y la Operación Carrizal Bajo, consistente en la internación ilegal de armas más grande en la historia de Chile, Washington había resuelto intensificar las presiones sobre Buenos Aires.
En septiembre de 1987, aterrizó en la capital argentina el agente de la CIA Néstor Pérez, posiblemente el nombre de fantasía de un ciudadano que las fuentes consideraron puertorriqueño o cubano residente en Miami. El hombre, según revelan dos distintos ex funcionarios alfonsinistas, llegó a la Casa Rosada para pedirle al gobierno argentino que contuviera al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que controlara la frontera con Chile y les informara si había contactos concretos con militares chilenos disidentes.
Según supo esta revista, la respuesta oficial fue: “Si ustedes no pueden controlar la frontera con México que es mucho más chica, ¿cómo hacemos para controlar nosotros los más de 4 mil kilómetros que tenemos con Chile?”. A lo que el hombre de Langley reconoció que intensificaban los contactos porque “ya habían chequeado generales sin éxito y aunque hubieran tenido las fuentes y los recursos desde Argentina no habrían logrado cambiar el panorama, ya que también habían concluido que el grueso de las fuerzas frentistas estaban en Chile”.
Es que luego de la operación Siglo XX, los funcionarios norteamericanos mostraban una mayor preocupación sobre la suerte de Pinochet y el futuro de Chile. “Lo ideal para Estados Unidos era que ganara la derecha, pero democráticamente, lo que pasa –acota Torres Ávalos– es que algunos se preocupaban de que esa derecha no tuviera vestigios de Pinochet. A lo que recuerdo una conversación con un funcionario norteamericano donde le dije “eso es muy difícil, por no ser imposible, porque la derecha es Pinochet. No puede haber derecha sin Pinochet, es inescindible la derecha de Pinochet. No se puede esperar, así es que si ustedes piensan que puede haber una salida democrática sin las huellas digitales de Pinochet están equivocados, esto no es así”.

LAS MISIONES

Lo cierto es que Estados Unidos dedicó a “unos 30 o 40″ funcionarios y agentes secretos que desde 1983 hasta 1989 “mostraban un particular interés, sobre qué hacer con Chile, qué va a pasar con Pinochet, si está fuerte, si está débil, si hay puntos vulnerables. “Sin duda –acota Torres Ávalos– creo que tiene que haber habido una fortísima presión de Estados Unidos para la salida electoral e incluso me da la sensación que el propio Pinochet no se lo imaginó y pensó que ganaba el candidato del gobierno.”

 ¿Cual era la visión del gobierno de Alfonsín respecto a la dictadura de Pinochet?

 La peor. En el análisis concreto teníamos vigente que por más que tuviéramos la peor impresión ideológica lo teníamos que aceptar, teníamos que convivir y convivimos bien. Una democracia como la nuestra recién nacida tenía que convivir con una dictadura fuerte que llevaba años en el poder. Pero debo decir que el mérito fue específicamente de Alfonsín.

Después de los contactos informales, ¿qué análisis hacía el gobierno de Alfonsín sobre el gobierno de Reagan que mientras estaba desatando una ofensiva contra el sandinismo y soportaba un escándalo como el caso Irán-Contras, resolvía deshacerse de una dictadura como la de Pinochet?

En ese momento Estados Unidos tenía una política de Estado. Si bien es cierto que no tuvo la misma intensidad con Jimmy Carter que con Reagan, era la política de Estado y estaba basada en los derechos humanos. Quizás con Reagan estaba más alivianada, menos enérgica, pero la estrategia fundamental sobre el fin de la guerra fría era que sabía perfectamente que el mundo socialista era un régimen inadmisible. La nueva arma para ir socavándolos era la política de derechos humanos, pero para que esa política fuera eficaz tenía que desprenderse de los lastres. Es decir que Estados Unidos no tendría autoridad si condenaba las violaciones a los derechos humanos en otras partes del mundo sin tomar medidas con Pinochet y Stroessner. Es una hipocresía total. Pero para evitarlo, Estados Unidos comenzó a decir que estaban contra las violaciones a los derechos humanos en todas partes del mundo. Así abrieron el abanico para tener autoridad e ir contra la Unión Soviética. Tenían que sacarse el lastre de tener regímenes bancados como el de Pinochet para poder tener autoridad en América Latina.

¿Y cuál fue la lectura cuando estalla el caso Irán- Contras?

Se trata de un caso de la torpeza de los manejos de la CIA y del manejo de la inteligencia de los Estados Unidos que ya es un clásico. Pero bueno, así como les salió mal, les podría haber salido bien.

Bush padre, juicio y DDHH

Ninguno de los consultados duda que el gobierno de Alfonsín fuera más allá de los mandatos de Washington contra Pinochet. La relación que se había desarrollado con Buenos Aires era buena e incluso, según reconoció el entrevistado, “sectores del partido republicano comandado por George Bush padre, aplaudieron el juicio a las juntas (que encarceló en Argentina a la Junta Militar por delitos de lesa humanidad) e incluso fueron de inmediato a prestar su apoyo con el levantamiento carapintada del 20 de abril de 1987 que intentó derrocar al gobierno de Raúl Alfonsín.
De hecho, Bush padre, por entonces vicepresidente, fue espontáneamente solidario. Es cierto, el propio vicepresidente Bush, estaba abiertamente en contra de los carapintadas y abiertamente a favor del juicio a las juntas. Me consta en vivo y en directo porque conversé con ellos”, admite el embajador.

¿Pero cuál era la visión argentina sobre la salida de la dictadura chilena?

Alfonsín sostenía que era necesario salir a la democracia como las condiciones lo permitieran. En función de las condiciones políticas que tenga cada sistema, saldrá como pueda, pero hay que salir de esta. Si era por izquierda o por derecha, por arriba o por abajo, había que salir de las dictaduras. En la medida que pudiéramos incidir lo íbamos a hacer ya que las condiciones no se daban para nosotros. El Frente Patriótico no era amigo nuestro, el proyecto no era un proyecto democrático.

¿Y en qué se diferenciaba el régimen de Pinochet del de Stroessner?

Eran dos dictaduras distintas. La dictadura de Pinochet era de última generación, la otra era de una generación primitiva, torpe, con una corrupción tosca y burda. De modo que era más fácil trabajar contra Stroessner porque era tal el primitivismo que todo se hacía más fácil. Estados Unidos jugó un papel total: dijo este señor se cae y lo vamos a hacer caer nosotros, y la Argentina colaboró hasta económicamente incluso con el exilio que estaba acá. Se les daba trabajo, se les conseguía un nivel de vida para que tuvieran una vida digna y pudieran hacer sus cosas. Acá (por Buenos Aires) se les dio una actitud permisiva: la Argentina no corrió a los exiliados paraguayos. Incluso acomodó a algunos en reparticiones públicas. Pero además lo estábamos haciendo a pedido de Estados Unidos, no era una cuestión descolgada. Washington nos dijo “este tipo tiene que desaparecer”.

¿Y con el exilio chileno que hicieron?

El exilio chileno no es lo mismo que el exilio paraguayo. Lo cierto es que hubo varios casos de exiliados chilenos en Buenos Aires, pero no eran del Frente.

SANTIAGO-BUENOS AIRES

Lo cierto es que además de las posibles presiones, el gobierno de Alfonsín recibía “muy buena información” procedente de la Estación Chile de la SIDE que le remitía a la Casa Rosada detalles sobre las violaciones a los derechos humanos.
Cuenta el diplomático, que “sabíamos cómo Pinochet apretaba, ablandaba, volvía a apretar y volvía a ablandar. Más apretaba que ablandaba y alguna información se suministraba sobre el ex comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh. Sabíamos qué capacidad podía tener para derrocar a Pinochet y luego de algunos contactos constatamos que ninguna. Los norteamericanos estaban interesados en Leigh y se dieron cuenta que no alcanzaba. A lo mejor tenía la voluntad, pero no podía. Recibíamos información todos los días sobre las violaciones a los derechos humanos y teníamos en cuenta la información sobre posibles ataques a la dictadura, pero sabíamos que las Fuerzas Armadas de Chile eran fuerzas muy eficientes, con armamento muy sofisticado”.

¿Y cuál era el trabajo de la inteligencia chilena?

Era muy activo. Sabíamos que tenían contactos con personajes de la derecha argentina y contactos que querían tener con nosotros, además de informaciones que pedían y no se la dábamos, o se la dábamos a regañadientes o se la demorábamos. Ellos pedían mucha información sobre el Frente Manuel Rodríguez, que era lo más urticante para ellos. No se la ocultamos, pero tampoco fuimos muy fluidos en lo que les informábamos. Hacíamos los deberes, nada más.

¿Que significa hacer los deberes?

Y bueno, imagínese. Le doy un ejemplo: acá hay un matrimonio de fulano y fulana que están por acá hace dos años. Nosotros sabemos que es gente de extrema izquierda. Y nosotros respondíamos: sí, los tenemos, están bien en Mendoza, los tenemos perfectamente controlados, así es que ustedes no se preocupen, sabemos qué hacen, qué no hacen, con quién se ven y con quién no, de qué trabajan, de qué se ganan la vida, así es que no se preocupen. Ellos querían información: qué es lo que hace, dónde está, con quién se ve, de dónde le llega la plata, o ¿es cierto que tal senador es amigo de tal chileno y colabora con tal comité de solidaridad? Pero la decisión política era administrar la información. O no les dábamos nada, o la poca que le dábamos se la entregábamos un poco cambiada.

El hecho que inclinó la balanza
¿Cuáles fueron las razones que llevaron a Washington a desarrollar en Buenos Aires conspiraciones para eliminar a dos de sus mejores aliados?

Es posible que la presunta y poco creíble razón de Estado sobre los derechos humanos haya servido para justificar giros diplomáticos tan contradictorios, pero varios consultados coinciden la balanza en contra de Pinochet comienza a inclinarse lentamente a partir del 21 de septiembre de 1976, cuando una bomba mató al ex embajador de Chile en los Estados Unidos y su secretaria Ronni Moffitt, de 25 años, en un atentado planificado y ejecutado por Michael Townley, un agente estadounidense al servicio de la DINA Exterior que ahora goza de protección en territorio norteamericano.
“Yo no sé si la inclina o la empieza a inclinar, acota Torres Ávalos, pero siempre analizamos que ahí empezó la curva descendente de la imagen de Pinochet respecto a Estados Unidos. Quizá hubiera venido otro hecho o el tiempo hubiera producido su desgaste, pero este hecho aceleró para que los americanos dijeran basta”.

¿No le pareció que los funcionarios que venían a Buenos Aires tenían un alto nivel de cinismo? Se trataba de una operación sobre los principales aliados del Plan Condor, aparte de Buenos Aires.

Algunos sí, otros no, otros eran muy honestos. Pero del Plan Cóndor de 10 años atrás a esos momentos, Estados Unidos había cambiado. Porque debemos situarnos, Allende fue derrocado en 1973, donde Estados Unidos intervino en forma directa. En 1983/84 Estados Unidos, dijo “esto que hicimos acá hay que borrarlo, esto no nos sirve más”. Todo en función de sus intereses que ahora era recuperar la democracia y tenerla del lado de ellos. No importa si era de derecha, lo importante era que Estados Unidos demostrara que no era cinismo decir que eran los adalides de la democracia, porque no se bancaban ni al comunismo, ni a Stroessner, ni a Somoza ni a Pinochet. Éste era el objetivo final.

http://elperiodistaonline.cl/de_archivo/2013/01/el-ano-que-eeuu-quiso-eliminar-a-augusto-pinochet/


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

La Historia Oculta del Régimen Militar

Donde Están?

Entradas populares

¡TERMAS DE POLLOQUERE Y SURIRE EN PELIGRO!